Atanacia Flores – Trujillo
Recordar los inicios de nuestra olla común, es muy penoso. Esos días fueron tristes, los vecinos, niños, ver a los ancianos. Pero nos sirvió para conocernos más y unirnos como vecinos, han crecido grandes amistades, hemos aprendido a compartir y a cuidarnos entre todos. Debo confesar que yo impulsé hacer un compartir entre todos, teníamos vecinas que nos decían que no tenían qué comer, y ni siquiera la preocupación era para ellas mismas, sino para sus niños y padres mayores. Hicimos un aguadito y pedimos prestada una olla, sin pensar que era el primer día de nuestra ollita común. Luego fuimos comprando algo, menestras, arroz, algunos días solo almuerzo y otros días podíamos dar cena.
Luego que la gente del barrio vio que formamos nuestra olla, muchos vecinos de otros barrios nos tomaron de ejemplo y formaron más ollas. Nos empezaron a conocer en la zona y nos llegaban algunas donaciones. Hoy en día, gracias a nuestra historia sabemos que a pesar de las pruebas podemos salir adelante. Seguimos luchando y seguiremos preparando muchos platos para nuestras familias hasta que Dios nos permita.